El orden es el placer de la razón (pero el desorden es la delicia de la imaginación),
Paul Claudel
“Mantén en orden tus cosas, ordena tu cuarto, no dejes tirada tu ropa”, nos decían nuestras mamás cuando éramos niños. La etapa en la que nos exigían ser ordenados parecía haber sido superada. Desafortunadamente, no es así. Las personas exitosas, las personas equilibradas, van dando un cierto “orden” a su vida, no sólo en aspectos materiales, sino en aspectos mentales.
El orden ayuda a enfocarse y una de las características de las personas exitosas es que lo que hacen, lo hacen enfocados y concentrados. No es fácil, pero es lograble. Lo difícil es decidir qué es lo que hay que hacer y en qué enfocarse. En estos elementos es donde recae la importancia del orden.
El orden ayuda a encontrar.
Tengo un amigo que nunca pierde las llaves de su coche. Una vez le pregunté su secreto. Es fácil, me dijo. Siempre que cierro el coche, las pongo en la bolsa derecha del pantalón, siempre, y así siempre (en automático) sé donde están. Tengo otro amigo que siempre las pierde porque nunca las deja en el mismo lugar. Además, pierde bastante tiempo buscándolas.
Este ejemplo material se aplica a lo mental. Quien tiene claras (ordenadas) sus ideas y prioridades, utilizará mejor un recurso escaso (su tiempo) pues sabrá enfocarse a lo que tiene que hacer.
Orden material y orden “mental”.
El material es el inmediato, el que no permite que perdamos las llaves del coche o documentos importantes. El mental es consecuencia del material y sirve para tener las ideas ordenadas y las prioridades establecidas. Nos permite ordenar (equilibrar) nuestra vida.
Es importante mencionar que la ley de Paretto (el famoso 80-20) se presenta en muchas circunstancias de la vida. El 80% del tiempo usamos el 20% de nuestras camisas y, en términos de carrera profesional el 80% de nuestros resultados los obtenemos en el 20% de nuestras actividades y hasta de nuestro tiempo. Por eso, el orden es importante. Nos ayuda a identificar cuál es ese 20% que hay que cuidar para tener buenos resultados.
Pero cuidado con los excesos de orden. Casi todo exceso es malo y el orden no es la excepción.
Está demostrado que para ser innovador hay que ser un poco caótico (y a la vez ordenado). Aquí el orden no consiste en obsesionarse con el orden material, sino en permitir en nuestras actividades, en nuestro uso del tiempo, momentos donde podamos ser un poco caóticos. Lo anterior para fomentar la innovación (ya citábamos a Claudel: “el desorden es la delicia de la imaginación”), sin embargo, para poder echar a volar la imaginación y ser desordenados, hay que tener tiempo, ese espacio que nos da el propio orden.
Google, una de las empresas donde más se da la innovación, permite cierto caos para innovar. Pero los proyectos de innovación siempre tienen recursos limitados y una fecha de entrega convenida. No se trata de innovar sin reglas o sin un límite de tiempo establecido.
Tener prioridades claras: hay quien dice que sólo podemos manejar dos o tres prioridades, por lo tanto, nunca más de tres proyectos y siempre identificando lo importante a cumplir en el día.
Expertos en el manejo del tiempo afirman que siempre hay que tener muy claro al inicio del día qué es lo que se quiere lograr al fin del mismo. Es enfocarse en una sola cosa al concretar cada día, algo parecido a uno los 12 pasos de alcohólicos anónimos: hoy, sólo hoy, no voy a beber. Mañana quien sabe. De esta manera, el hoy es un límite más “manejable”.
El ser ordenado nos deja más tiempo para la reflexión, para descansar. Ser ordenado en el descanso es también saber descansar, dándose tiempo para hacerlo y ayudando a mantener un equilibrio ordenado de actividades, donde no todo sean “cosas que hacer”.
Un viejo colega afirmaba: “El orden es el placer de la inteligencia” (seguro leyó a Claudel). La inteligencia ayuda a ser ordenado, (se logra también usando otra facultad: la voluntad, pero si se logra el orden, la inteligencia se complace en tener tiempo para preparar, para pensar y para ordenar, y no solamente se siente usada en la resolución desordenada de crisis, que vienen una tras otra y que muchas veces son sólo efecto de la falta de orden.