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Cultura

Fomentando la lectura: Nieve de Orhan Pamuk

Orhan Pamuk es un escritor turco que ganó el Premio Nobel de Literatura en 2006 “porque en la búsqueda del alma melancólica de su ciudad natal ha descubierto nuevos símbolos para el choque y el entrelazamiento de culturas”.

Su novela “Nieve” es, sin duda, uno de los mejores libros publicados en el siglo XXI; con una prosa sumamente descriptiva, tanto de lo tangible (paisajes, situaciones, personas) como de lo intangible (pensamientos y sentimientos), Pamuk nos narra la historia del poeta turco Ka, quien regresa a su país después de vivir en el exilio en Frankfurt, Alemania.

Cargado de problemas políticos, amorosos y sociales, Pamuk nos lleva a conocer los últimos días de Ka en la alejada ciudad de Kars, ubicada cerca de la frontera con Armenia.

En esta novela conoceremos más a fondo la situación social de un país que se debate entre la “occidentalización” y la “preservación de su cultura”. Aquí no podrá encontrar buenos y malos; kurdos, musulmanes integristas, marxistas, “demócratas” y toda una gama de personajes se dan cita en este estupendo libro publicado por editorial Alfaguara.

A continuación les ofrecemos un pequeño fragmento de este libro:

1. El silencio de la nieve
El viaje a Kars

El silencio de la nieve, pensaba el hombre que estaba sentado inmediatamente detrás del conductor del autobús. Si hubiera sido el principio de un poema, habría llamado a lo que sentía en su interior el silencio de la nieve.

Alcanzó en el último momento el autobús que le llevaría de Erzurum a Kars. Había llegado a la estación de Erzurum procedente de Estambul después de un viaje tormentoso y nevado de dos días, y mientras recorría los sucios y fríos pasillos intentando enterarse de dónde salían los autobuses que podían llevarle a Kars alguien le dijo que había uno a punto de salir.

El ayudante del conductor del viejo autobús marca Magirus le dijo «Tenemos prisa», porque no quería volver a abrir el maletero que acababa de cerrar. Así que tuvo que subir consigo el enorme bolsón cereza oscuro marca Bally que ahora reposaba entre sus piernas. El viajero, que se sentó junto a la ventanilla, llevaba un grueso abrigo color ceniza que había comprado cinco años atrás en un Kaufhof de Frankfurt. Digamos ya que este bonito abrigo de pelo suave habría de serle tanto motivo de vergüenza e inquietud como fuente de confianza en los días que pasaría en Kars.

Inmediatamente después de que el autobús se pusiera en marcha el viajero sentado junto a la ventana abrió bien los ojos esperando ver algo nuevo y, mientras contemplaba los suburbios de Erzurum, sus pequeñísimos y pobres colmados, sus hornos de pan y el interior de sus mugrientos cafés, la nieve comenzó a caer lentamente. Los copos eran más grandes y tenían más fuerza que los de la nieve que le había acompañado a lo largo de todo el viaje de Estambul a Erzurum. Si el viajero que se sentaba junto a la ventana no hubiera estado tan cansado del viaje y hubiera prestado un poco más de atención a los enormes copos que descendían del cielo como plumas, quizá hubiera podido sentir la fuerte tormenta de nieve que se acercaba y quizá, comprendiendo desde el principio que había iniciado un viaje que cambiaría toda su vida, habría podido volver atrás.

Pero volver atrás era algo que ni se le pasaba por la cabeza en ese momento. Con la mirada clavada en el cielo, que se veía más luminoso que la tierra según caía la noche, no consideraba los copos cada vez más grandes que esparcía el viento como signos de un desastre que se aproximaba sino como señales de que por fin habían regresado la felicidad y la pureza de los días de su infancia. El viajero sentado junto a la ventana había vuelto a Estambul, la ciudad donde había vivido sus años de niñez y felicidad, una semana antes por primera vez después de doce años de ausencia a causa del fallecimiento de su madre; se había quedado allí cuatro días y había partido en aquel inesperado viaje a Kars. Sentía que la extraordinaria belleza de la nieve que caía le provocaba más alegría incluso que la visión de Estambul años después. Era poeta, y en un poema escrito años atrás y muy poco conocido por los lectores turcos había dicho que a lo largo de nuestra vida sólo nieva una vez en nuestros sueños.

Mientras la nieve caía pausadamente y en silencio, como nieva en los sueños, el viajero sentado junto a la ventana se purificó con los sentimientos de inocencia y sencillez que llevaba años buscando con pasión y creyó optimistamente que podría sentirse en casa en este mundo. Poco después hizo algo que llevaba mucho tiempo sin hacer y que ni siquiera se le habría ocurrido y se quedó dormido en el asiento.

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