Portada » Consejos y estrategias » Opinión » ¿Educación continua para la Dirección?
Opinión

¿Educación continua para la Dirección?

Carlos Ruiz nos dice por qué hay que seguir estudiando aún cuando estés en el rol de dirección.

Tecnologías de punta, innovación constante, inmediatez y abundancia de redes sociales, acceso a la información (barato y por doquier)  y mayor capacidad de procesar y acceder a todo tipo de datos, con precios cada vez más accesibles ¿Significa esto un cambio en la manera tradicional en la enseñanza para la dirección? A continuación algunas ideas acerca de estos cambios, de estas nuevas realidades:

  • ¿Cómo conocer? Hay tres maneras de conocer: 1) El que sabe la “teoría”, es decir, que posee conocimientos que normalmente están en los libros (y ahora en la Internet). 2) El que conoce técnicas, o sea, que sabe hacer las cosas y tiene habilidad para realizar las técnicas. Y  3) El “capaz”, quien cuenta con ese saber prudencial que hace a las personas sean “capaces”. El saber prudencial tiene tres etapas muy bien definidas: diagnosticar, decidir y ejecutar, es decir, ante cada situación (importante o no) el que dirige: 1º diagnóstica, luego decide y finalmente ejecuta.

 

  • La dirección es más un arte que una ciencia. Requiere de habilidades y exige capacidades especiales, no se trata de improvisar, pero sí de prepararse para realizar, para resolver, para llevar a cabo las cosas. Una vez un concertista terminó de tocar una composición para piano, una de las personas, que había quedado muy satisfecha, se acercó y le dijo, “Maestro, qué bien ejecutó, daría mi vida por poder tocar el piano como usted”. A lo que el virtuoso respondió: “Perdón, pero yo he dado mi vida para tocar así, llevo 30 años practicando seis horas diarias”. El arte requiere reforzar (fortalecer) capacidades.

 

  • El buen director, ¿nace o se hace? Sucede como con los artistas –afirmaba Carlos Llano– el genio es una semilla, pero hay que ponerle mucha agua (claro, el agua no sirve para nada si no hay semilla). Aunque, hay que reconocerlo, siempre hay unos pocos, (muy escasos) que son artistas casi desde niños; son pocos y son excepcionales (Mozart, Beethoven, Miguel Ángel).

 

  • ¿Cuál es entonces la mejor manera de enseñar a dirigir? Depende de lo que se quiera aprender. Si se trata de transmitir conocimientos, sin duda funciona la educación tradicional, en la que el profesor sabe y el alumno no. Si se trata de desarrollar habilidades o de aprender técnicas se impone la práctica, los talleres, el “hacer” las cosas. Pero si se trata de saber prudencial, de habilidades para dirigir, hay que poner al participante en “contexto” para analizar, sintetizar y decidir (que es precisamente lo propio del método del caso).

 

  • La enseñanza de la dirección. Es más un desarrollo de capacidades que una transmisión del conocimiento. Se trata de perfeccionar habilidades mediante la práctica, la discusión y la argumentación con juicios bien estructurados.

 

  • Una metáfora útil: Hacer Ejercicio. Tomemos un ejemplo sencillo. Hacer ejercicio puede practicarse de diversas formas, la más económica es consultar en la Internet un programa de rutinas o quizá comprar un libro que trate el tema; un poco más caro sería adquirir un video que muestre rutinas y seguirlas; inscribirse en un club deportivo o en un gimnasio y asistir a clases, finalmente, la opción más costosa sería contratar a un entrenador personal que le vaya poniendo a uno rutinas personalizadas y lo vaya corrigiendo. Se ve claramente que conforme se gasta más dinero la calidad de lo que se recibe es mejor, más integral. Algo similar ocurre con la educación, ya que un buen maestro en grupos pequeños quizá sea más caro que un libro de autoaprendizaje, pero sin duda los resultados (el aprendizaje) serán mejores. Surge también el tema de la capacidad, interés y motivación del alumno, pues a mayor capacidad, interés y motivación aprenderá más y esto, incluso, en un sistema digamos más “económico” versus un sistema “caro”, con un alumno poco motivado, interesado o con baja capacidad (aunque el instructor sea bueno).

 

  • Aprovechando las nuevas realidades: el mundo digital. Computadoras, software, telecomunicaciones, Internet, redes sociales. Se trata de realidades que han logrado cambios espectaculares y asombrosos en nuestra manera de hacer las cosas. El tema de la educación no tendría por qué ser la excepción, cada vez habrá más información, más disponibilidad de la misma a menor precio, además, el desarrollo de software va creando programas interactivos que ayudan, no solo a adquirir conocimientos, sino también a mejorar habilidades, y esto lo logran de manera “interactiva”, modulando la velocidad de aprendizaje según va “aprendiendo” el alumno. Representan, indudablemente, una ventaja (no solo por su bajo costo con respecto a tener un profesor bueno) sino también porque quizá son capaces de “adecuarse” al alumno, evitando esa situación común en donde en un grupo hay estudiantes “lentos” y “avanzados” ¿a cuáles debe dirigirse el profesor? En estos nuevos métodos el ritmo lo va dando el alumno con su velocidad de aprendizaje.

 

  • El método del caso ¿Sigue teniendo sentido? ¿Se volverá obsoleto? ¿Seguirá el camino de la máquina de escribir, el telégrafo o el carruaje de caballos? Creemos que no, no se hará obsoleto, la relación del aprendizaje entre maestro y alumno, especialmente en el caso de tratar de ser más capaz, siempre se verá beneficiada por un buen coach que logre que el alumno mejore sus capacidades.

 

El tema está abierto y seguramente seguiremos viendo nuevos desarrollos, y por ende,  realidades que permitirán mejorar el aprendizaje, teniendo en cuenta siempre la naturaleza humana, el deseo de aprender, de hacer mejor las cosas, de ser más sabio, más hábil, más capaz.

Acerca del Autor

Carlos Ruiz

El autor es Profesor-Director del Área de Política de Empresa (Estrategia y Dirección) en el Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (IPADE) y Director de programas In-Company en la misma institución.