Portada » Actualidad » Responsabilidad Social » Pienso, luego consumo: La Obsolescencia Programada
Responsabilidad Social

Pienso, luego consumo: La Obsolescencia Programada

Nos hemos acostumbrado a una dinámica de comprar, tirar, comprar. La  práctica de “reparar” ha ido desapareciendo y en su lugar hemos optado por “sustituir”.

— ¿Qué haces? ¿Dónde trabajas?
Cole respiró hondamente y dejó escapar el aire poco a poco.
— Arreglo cosas, toda clase de cosas. Lo que sea.
— Nadie arregla cosas —se burló Earl—. Si se rompen, las tiras.

Philip Dick, El Hombre Variable

Nos hemos acostumbrado a una dinámica de comprar, tirar, comprar. La  práctica de “reparar” ha ido desapareciendo y en su lugar hemos optado por “sustituir”.

¿Cuántas veces has ido a reparar un televisor y te han dicho que es mejor comprar uno nuevo? ¿Por qué cuando la batería de tu smartphone te da problemas no puedes comprar una nueva y cambiarla tú mismo? ¿De verdad es necesario comprar un móvil nuevo? La respuesta a estas preguntas está en el concepto de la obsolescencia programada .

Lo que se produce en nuestros días, no puede ser reparado, o resulta muy costoso hacerlo. Esto nos lleva a comprar cosas nuevas más a menudo, debido a que los productos que compramos duran menos.

La obsolescencia programada puede definirse como “una estrategia de negocio en la que la obsolescencia de un producto (el proceso de volverse obsoleto, es decir, pasado de moda o inútil) es algo planificado y construido intrínsecamente desde su concepción”. Es decir, es una táctica comercial que tiene como principal objetivo estimular la demanda de bienes por parte de los consumidores de forma constante, mediante la reducción intencional de la vida útil de los mismos (The Economist. Marzo, 2009).

Esta estrategia ha estado presente desde hace muchísimos años y ha cambiado la forma en la que vivimos. Todo comenzó en la navidad de 1924, en Ginebra, Suiza, donde los magnates de las fábricas de focos eléctricos de todo el mundo se reunieron para acordar acortar el tiempo de vida de los focos o bombillas eléctricas. Se les conoció como el Cártel Internacional de la Electricidad o Phoebus. En esa oportunidad convinieron que se recortaría a menos de la mitad la vida útil de los focos, que hasta entonces estaban hechos para durar 2,500 horas.

Existen otros ejemplos de productos cuya duración ha sufrido cambios a lo largo de la historia. Por mucho tiempo, las medias de nailon se caracterizaron por su gran durabilidad, pero para maximizar las ganancias, se agregaron materiales más frágiles a su producción, con el objetivo de inducir su compra de manera más recurrente. Las impresoras dejan de funcionar luego de superar un número fijo de impresiones, y repararlas es prohibitivamente costoso.

Por otra parte, los avances de la tecnología permiten mejorar los productos con el paso del tiempo y estos avances se producen en intervalos cada vez más breves. Por ejemplo, la computadora de último modelo que compramos hoy, dentro de pocos meses, o días, dejará de ser lo más nuevo.

La mayoría de nosotros estamos al tanto de los nuevos aparatos electrónicos, smartphones, laptops que salen al mercado todos los días; la moda, que se renueva tras temporadas cada vez más breves; de nuevos electrodomésticos y otros dispositivos que anhelamos comprar, sin importar si lo que tenemos en nuestras manos aún funciona. Esto es resultado de la gran influencia de la publicidad y las estrategias comerciales.

Estás prácticas de producción y consumo multiplican la cantidad de residuos que producimos y aumenta el deterioro ambiental, puesto que la mayoría de nuestros desechos no son degradables o el tiempo que transcurre hasta su descomposición es muy prolongado. Para Omar Rojas Camarena, experto en educación y comunicación ambiental,* el efecto más grave de la obsolescencia programada no recae en los procesos de producción, sino en la sostenibilidad de la naturaleza y de la vida:

“Tenemos cada vez más basura y menos recursos. La obsolescencia programada nos está afectando a un nivel vital y está afectando la permanencia de los recursos naturales que hacen posible la economía misma (…) la decisión de compra es la única herramienta que tenemos para incidir en este problema“.

México y Brasil encabezan la lista de generadores de residuos electrónicos en Latinoamérica. Durante 2016, se generaron 11.6 kilos de residuos electrónicos por habitante y solo se recicló el 17% de ellos en la región . Esto ha sido consecuencia de lo que se conoce como obsolescencia programada (Observatorio mundial de los residuos electrónicos ONU, 2017).

La obsolescencia programada se articula con otras estrategias de mercado que afectan la disponibilidad de recursos e incrementan el desperdicio, como es el caso de la producción de bienes cada vez más especializados para audiencias y momentos específicos (ropa, accesorios y objetos diferenciados para cada tipo de persona, por edad, género, temporada, etc.), una característica propia de nuestra cultura de consumo, tal como explica Rojas: “Antes éramos capaces de heredar un coche (…) en otras culturas hay muchos bienes familiares que son colectivos, incluso la ropa (…) Pero en nuestro sistema occidental de consumo cada individuo tiene cosas particularmente diseñadas por edad, género y para cada circunstancia: ropa rosa para ella, ropa azul para él, desde que nacen…”

Está en nuestras manos contrarrestar la huella ecológica que provocan nuestros actos de compra. Debemos ser más conscientes de los recursos naturales que se utilizan para producir nuevos bienes y saber qué hacer cuando la vida útil de los productos caduca, para que estos desechos no dañen y contaminen el medio ambiente.

Cada vez que quieras adquirir un producto nuevo para sustituir otro, conviene pensar si es necesario realizar esa compra. Estos son algunos consejos que puedes aplicar en tu día a día para contrarrestar la obsolescencia programada:

  1. Restaura, repara o arregla antes de comprar.
  2. Que tu decisión de compra se base en la calidad y no en la moda o en las tendencias.
  3. Alquila antes de comprar, es una gran opción.
  4. Comparte o intercambia objetos.
  5. Infórmate acerca del origen de los productos y su durabilidad.
  6. Recicla
  7. Reutiliza
  8. Reduce

Consumir menos no es solo una cuestión de responsabilidad social y ambiental, es también una gestión más eficiente de nuestras finanzas personales. Vale la pena invertir en pocos objetos, pero de buena calidad, que duren más tiempo y que realmente podamos aprovechar.

Para profundizar. Si quieres saber más acerca de este tema te compartimos los siguientes materiales:

*Omar Rojas Camarena es comunicador con Maestría en educación y comunicación ambiental, pintor y artista gráfico enfocado en la naturaleza. Conferencista, docente y consultor para universidades, organizaciones de conservación ambiental e instituciones públicas de México y otros países; con participación en iniciativas de ley para la reducción del plástico de un solo uso en la industria restaurantera mexicana.